Hay gente rezándola en este momento, confesándole su dolor, su desgracia, pidiéndole auxilio. Y esa gente cree que hay alguien al otro lado, que la santa les escucha, y no hay nadie escuchando, y eso es maravilloso: millones de palabras arrojadas al agujero negro de nuestras paredes cerebrales.
Manuel Vilas. Ordesa