No solo hemos perdido el cielo, sino el mundo subterráneo. Nadie adora hoy a los dioses telúricos, nadie recuerda a Baubo, la Gran Madre Ctónica y a sus hijos, Dáctilos y Curetes, quienes cuidaron a Zeus infante y lo escondieron del hambre de Cronos para luego parir una infinita progenie de monstruos, quimeras, gorgonas y sirenas. Dioses de la tumba y la abundancia, encarnan nuestros impulsos más oscuros e inconscientes y son el sustrato del que brota toda la vida. Ya no hay espacio para ellos en esta era de luz.
Benjamín Labatut. Después de la luz