Hoy, uno de los tristes defectos de la sociedad es el defecto de la generalización. Se acostumbra a decir «los intelectuales» y «los escritores» como si fueran todos idénticos. Se acostumbra a decir «las mujeres» como si fueran todas iguales. Existe la costumbre de preguntarse y de preguntar cómo son hoy los jóvenes y cómo son los viejos. Se acostumbra también a llenar de méritos, de virtudes, de culpas y de deberes a las mujeres, los ancianos, los jóvenes y los intelectuales. En un lenguaje así, el mundo aparece dividido en batallones y escuadrillas. En realidad no existen tales escuadrillas. Cada ser humano tiene una fisonomía propia y una forma particular de estar en el mundo. Esto es algo obvio, pero parece que se ha olvidado.
Natalia Ginzburg. Las tareas de la casa y otros ensayos