La gente se vuelve adicta a sentirse ofendida todo el tiempo porque les provee un momento efímero de bienestar; creerse con derecho a todo y con una moral superior sienta bien. Como lo expuso el caricaturista político Tim Kreider, en su columna de opinión del New York Times: «El sentirse atropellado es como esas otras cosas que te hacen sentir bien, pero con el tiempo te devoran de adentro hacia fuera. Y es incluso más insidioso que muchos vicios, porque ni siquiera somos conscientes de que es un placer».
Mark Manson. El sutil arte de que (casi) todo te importe una mierda