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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

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Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Frases de Desear

La vida de un amigo de la igualdad

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—Vive al día. El primer deseo que se presenta es el primero que satisface. Hoy tiene deseo de embriagarse entre canciones báquicas y mañana ayunará y no beberá más que agua. Tan pronto se ejercita en la gimnasia como está ocioso y sin cuidarse de nada. Algunas veces es filósofo, las más es hombre de Estado; sube a la tribuna, habla y obra sin saber lo que dice ni lo que hace. Un día envidia la condición de los guerreros y hele aquí convertido en guerrero; otro día se convierte en negociante, por envidia de los negociantes. En una palabra, en su conducta no hay nada fijo, nada de arreglado; y llama a la vida que pasa, vida libre y agradable, vida dichosa. —Nos has pintado al natural la vida de un amigo de la igualdad —dijo. —Este hombre, que reúne en sí toda clase de costumbres y de caracteres, tiene toda la gracia y la variedad del Estado popular; y no es extraño que tantas personas de uno y otro sexo encuentren tan encantador un género de vida en el que aparecen unidas casi todas las clases de gobiernos y caracteres.

Platón. La República

Saborear placeres vulgares

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Los moralistas se quejan constantemente de que el vicio favorito de nuestra época es el orgullo. Esto es verdad en cierto sentido: no hay nadie, en efecto, que no crea valer más que su vecino y que acepte obedecer a su superior. Pero es muy falso en otro sentido; porque este mismo hombre, que no puede soportar ni la subordinación ni la igualdad, sin embargo, se desprecia a sí mismo hasta el punto de que se cree hecho solo para saborear placeres vulgares. Se detiene normalmente en deseos mediocres sin osar embarcarse en altas empresas; apenas se las imagina. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Forzar el alma

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Pero, si la igualdad de condiciones da a todos los ciudadanos algunos recursos, impide que ninguno de ellos tenga recursos demasiado amplios; cosa que recluye necesariamente los deseos en límites bastante estrechos. En los pueblos democráticos, la ambición es, pues, ardiente y continua, pero no puede apuntar habitualmente muy arriba; y la vida se pasa de ordinario deseando con ardor pequeños objetos que se tienen al alcance.

Lo que más aparta a los hombres en las democracias de la gran ambición, no es la pequeñez de su fortuna, sino el violento esfuerzo que hacen cada día para mejorarla. Fuerzan su alma a emplear todas sus fuerzas a hacer cosas mediocres, lo que no puede dejar de limitar pronto su visión y de circunscribir su poder. Podrían ser mucho más pobres y mantenerse más grandes. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Los ciudadanos de una democracia

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Todos los hombres que viven en los tiempos democráticos contraen más o menos los hábitos intelectuales de las clases industriales y comerciantes; su espíritu toma un aspecto serio, calculador y positivo; se aparta de buen grado del ideal para dirigirse hacia algún objetivo visible y cercano que se presenta como el natural y necesario objeto de sus deseos. La igualdad no destruye así la imaginación; pero la limita y no le permite volar más que a ras de suelo. No hay nada menos soñador que los ciudadanos de una democracia, y apenas los hay que se quieran abandonar a estas contemplaciones ociosas y solitarias que de ordinario preceden y que producen las grandes agitaciones del corazón.

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Pagar con el alma

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Es difícil luchar contra el deseo; pues lo que quiere, lo compra al precio del alma.

Heráclito de Éfeso

La pasión por el bienestar

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Así, los hombres de los tiempos democráticos tienen necesidad de ser libres a fin de procurarse más fácilmente los goces materiales por los que constantemente suspiran. A veces ocurre, sin embargo, que el gusto excesivo que conciben por estos mismos goces los entrega al primer amo que se presenta. La pasión por el bienestar se vuelve entonces contra sí misma y aleja, sin darse cuenta, el objeto de su deseo. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

El alma se aburre

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No es el hombre quien se ha dado a sí mismo el gusto por el infinito y el amor de lo que es inmortal. Estos instintos sublimes no nacen de un capricho de su voluntad; tienen su fundamento inmóvil en su naturaleza; existen a pesar de sus esfuerzos. El hombre puede equivocarlos y deformarlos, pero no destruirlos. El alma tiene necesidades que satisfacer; y, por muchos esfuerzos que se hagan para distraerla de sí misma, pronto se aburre, se inquieta y se agita en medio de los goces de los sentidos. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Desear un objeto precioso

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Lo que ata más vivamente al corazón humano no es la posesión pacífica de un objeto precioso, sino el deseo imperfectamente satisfecho de poseerlo y el temor incesante de perderlo.

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Relojes baratos

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Por otra parte, siempre hay en las democracias un gran número de hombres con una fortuna que crece, pero con deseos que crecen mucho más deprisa que la fortuna, y que se comen con los ojos los bienes que ésta les promete mucho antes de que los dé. Estos buscan por todos lados abrirse caminos más cortos hacia estos goces próximos.

De la combinación de estas dos causas resulta que siempre hay en las democracias una multitud de ciudadanos con necesidades por encima de los recursos y que de buen grado accederían a satisfacer de manera incompleta antes que renunciar absolutamente al objeto codiciado. El trabajador entiende fácilmente estas pasiones, porque él mismo las comparte. En las aristocracias, intentaba vender sus productos muy caros a unos cuantos; ahora entiende que habría un medio más expeditivo de enriquecerse: venderlos baratos a todo el mundo…

Cuando solo los ricos tenían relojes, casi todos eran excelentes. Ahora apenas se hacen que no sean mediocres, pero todo el mundo tiene. Así, la democracia no solo tiende a dirigir el espíritu humano hacia las artes útiles; lleva los artesanos a hacer muy rápidamente muchas cosas imperfectas, y al consumidor a contentarse con estas cosas. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Gobernantes o leyes

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Es mejor ser gobernados por leyes que por excelentes gobernantes, porque las leyes no están sujetas a las pasiones, mientras que los hombres, por muy excelentes que sean, pueden incurrir en ellas.

Aristóteles. Política

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