Lo que hemos olvidado es que los pensamientos y las palabras son convenciones, y que es fatal tomar las convenciones con una seriedad excesiva. Una convención es una conveniencia social, como, por ejemplo, el dinero. El dinero nos libra de los inconvenientes del trueque pero es absurdo tomar el dinero demasiado seriamente, confundirlo con la auténtica riqueza, puesto que no sirve en absoluto para comer o para vestirse con él. El dinero es más o menos estático, puesto que el oro, la plata, el papel moneda o un saldo bancario pueden «permanecer quietos» durante largo tiempo. Pero la auténtica riqueza, como la comida, es perecedera.
Así, una comunidad puede poseer todo el oro del mundo, pero si no cuida de sus cosechas se morirá de hambre. De un modo algo parecido, los pensamientos, las ideas y las palabras son «monedas» que sustituyen a las cosas reales. No son esas cosas, y aunque las representan, en muchos aspectos no se corresponden en absoluto. Con los pensamientos y las cosas ocurre lo mismo que con el dinero y la riqueza: las ideas y las palabras están más o menos fijadas, mientras que las cosas verdaderas cambian.
Alan Watts. La Sabiduría de la inseguridad