Sin embargo, esto es lo curioso de las jerarquías de valores: cuando cambian, en realidad no pierdes nada. No es que mi amiga decidiera empezar a renunciar a las fiestas en favor de su trabajo, es que las fiestas dejaron de ser divertidas. Y eso se debe a que la «diversión» es el producto de nuestras jerarquías de valores. Cuando dejamos de valorar algo, deja de ser divertido o interesante para nosotros. Por lo tanto, no se da una sensación de pérdida, no sentimos que nos perdemos algo cuando dejamos de hacerlo. Al contrario, miramos atrás y nos preguntamos cómo podíamos pasar tanto tiempo preocupados por algo tan absurdo y trivial, por qué gastábamos tanta energía en asuntos que no importaban. Esas punzadas de arrepentimiento o vergüenza son buenas: indican un crecimiento. Son el producto de lograr nuestras esperanzas.
Mark Manson. Todo está jodido