Cabe señalar, sin embargo, que la persona mediocre no está por ahí tumbada sin hacer nada: en realidad sí que sabe esforzarse en el trabajo. Hace falta mucho esfuerzo para producir un programa comercial de televisión, para solicitar una beca de investigación, para diseñar tarritos de yogur que parezcan aerodinámicos o para organizar el contenido ritual de una reunión entre una ministra y una delegación de su contraparte.
No todo el mundo tiene los medios para alcanzar dichos objetivos. La perfección técnica es absolutamente necesaria para mantener oculta la profunda pereza intelectual que implican tantas profesiones conformistas. Comprometida con los exigentes requerimientos de un trabajo que nunca es propio e inmersa en ideas que siempre proceden de arriba, la gente mediocre nunca pierde de vista su propia banalidad.
Alain Deneault. Mediocracia