Habría amado la libertad, creo yo, en cualquier época, pero en los tiempos en que vivimos me siento inclinado a adorarla.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América
Frases y fragmentos de libros que te harán pensar
Habría amado la libertad, creo yo, en cualquier época, pero en los tiempos en que vivimos me siento inclinado a adorarla.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América
La verdad ―la lamentable verdad― es que el gusto por hacerse con un cargo y el deseo de vivir a costa del dinero público no son entre nosotros una enfermedad restringida a ningún partido, sino la dolencia grave y crónica de toda la nación, el resultado de la constitución democrática de nuestra sociedad y de la excesiva centralización de nuestro Gobierno, la secreta enfermedad que ha socavado todas los antiguos poderes, y que socavará todos los poderes venideros.
Alexis de Tocqueville. Recuerdos de la Revolución de 1848
El peculiar espíritu de la clase media se convirtió en el espíritu general del gobierno; dominó la política exterior, así como los asuntos domésticos: un espíritu activo, industrioso, a menudo indecoroso, generalmente sobrio, ocasionalmente imprudente debido a la vanidad o al egoísmo, pero tímido por temperamento, moderado en todas las cosas excepto en su amor por la comodidad y el desahogo, y completamente mediocre.
Alexis de Tocqueville. Recuerdos de la Revolución de 1848
Nuestros contemporáneos son incesantemente atormentados por dos pasiones enemigas: sienten la necesidad de ser guiados y el deseo de permanecer libres. No pudiendo destruir ni el uno ni el otro de estos instintos contrarios, se esfuerzan en satisfacer a los dos al mismo tiempo. Imaginan un poder único, tutelar, todopoderoso, pero elegido por los ciudadanos. Combinan la centralización y la soberanía del pueblo. Esto les da algún respiro. Se consuelan de estar tutelados, pensando que son ellos mismos los que eligen a sus tutores. Cada individuo soporta que le aten, porque ve que no es un hombre ni una clase, sino el mismo pueblo, quien sostiene el extremo de la cadena. En este sistema, los ciudadanos salen un momento de la dependencia para indicar a su amo, y vuelven a entrar.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América
Los siglos democráticos son tiempos de pruebas, de innovaciones y de aventuras. Siempre hay una multitud de hombres que están comprometidos en una empresa difícil o nueva que persiguen aparte, sin preocuparse por sus semejantes. Estos aceptan, por principio general, que el poder público no debe intervenir en los asuntos privados; pero, como excepción, cada uno de ellos desea que le ayude en el asunto especial que le preocupa, y trata de atraer la acción del gobierno hacia su parte, queriendo restringirla en todas las demás.
Como una multitud de hombres tienen al mismo tiempo sobre un puñado de objetos diferentes esta visión particular, la esfera del poder central se extiende imperceptiblemente, si bien cada uno de ellos desea restringirla. Un gobierno democrático aumenta, pues, sus atribuciones por el solo hecho de durar. El tiempo trabaja a su favor; todos los accidentes le benefician; las pasiones individuales le ayudan incluso inconscientemente, y se puede decir que se hace más centralizado cuanto más vieja es la sociedad democrática.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América
Si los ciudadanos continúan recluyéndose cada vez más estrechamente en el círculo de los pequeños intereses domésticos, y continúan agitándose sin descanso, podemos temer que acabarán convirtiéndose en inaccesibles a las grandes y poderosas emociones públicas que alteran los pueblos, pero que los desarrollan y los renuevan.
Cuando veo que la propiedad se vuelve tan cambiante, y el amor de la propiedad tan inquieto y tan ardiente, no puedo evitar temer que los hombres llegarán al punto de considerar toda nueva teoría como un peligro, toda innovación como una molestia desagradable, todo progreso social como un primer paso hacia una revolución, y que se negarán completamente a moverse por miedo a ser arrastrados.
Tiemblo, lo confieso, de pensar que finalmente se dejen poseer por un amor mezquino por los goces presentes de modo que desaparezca el interés por su propio futuro y el de sus descendientes, y que prefieran seguir indolentemente el curso de su destino que hacer, si es necesario, un esfuerzo repentino y enérgico para enderezarlo.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América
Pero los hombres que viven en una comodidad igualmente alejada de la opulencia y de la miseria, otorgan a sus bienes un valor inmenso. Como todavía son muy próximos a la pobreza, ven de cerca sus rigores, y los temen; entre la pobreza y ellos, no hay nada más que un pequeño patrimonio en el que enseguida fijan sus miedos y sus esperanzas.
A cada instante se interesan más a causa de las preocupaciones constantes que les da, y se atan por los esfuerzos diarios que hacen para aumentarlo. La idea de ceder una mínima parte les es insoportable, y consideran su pérdida completa como la última de sus desgracias. Ahora, es el número de estos pequeños propietarios ardientes e inquietos lo que la igualdad de condiciones hace crecer constantemente. Así, en las sociedades democráticas, la mayoría de ciudadanos no ve claramente lo que podría ganar en una revolución, y siente a cada instante, y de mil maneras, lo que podría perder.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América
Los moralistas se quejan constantemente de que el vicio favorito de nuestra época es el orgullo. Esto es verdad en cierto sentido: no hay nadie, en efecto, que no crea valer más que su vecino y que acepte obedecer a su superior. Pero es muy falso en otro sentido; porque este mismo hombre, que no puede soportar ni la subordinación ni la igualdad, sin embargo, se desprecia a sí mismo hasta el punto de que se cree hecho solo para saborear placeres vulgares. Se detiene normalmente en deseos mediocres sin osar embarcarse en altas empresas; apenas se las imagina.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América
Pero, si la igualdad de condiciones da a todos los ciudadanos algunos recursos, impide que ninguno de ellos tenga recursos demasiado amplios; cosa que recluye necesariamente los deseos en límites bastante estrechos. En los pueblos democráticos, la ambición es, pues, ardiente y continua, pero no puede apuntar habitualmente muy arriba; y la vida se pasa de ordinario deseando con ardor pequeños objetos que se tienen al alcance.
Lo que más aparta a los hombres en las democracias de la gran ambición, no es la pequeñez de su fortuna, sino el violento esfuerzo que hacen cada día para mejorarla. Fuerzan su alma a emplear todas sus fuerzas a hacer cosas mediocres, lo que no puede dejar de limitar pronto su visión y de circunscribir su poder. Podrían ser mucho más pobres y mantenerse más grandes.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América
En las democracias, en las que los ciudadanos no difieren nunca mucho unos de otros, y se encuentran naturalmente tan cerca que a cada instante puede pasar que se confundan todos en una masa común, se crea una multitud de clasificaciones artificiales y arbitrarias con la ayuda de las cuales todo el mundo intenta ponerse aparte, por temor a ser arrastrado a regañadientes en la multitud. No puede dejar de ser nunca así; porque se pueden cambiar las instituciones humanas, pero no el hombre. Sea cual sea el esfuerzo general de una sociedad para hacer los ciudadanos iguales y similares, el orgullo particular de los individuos intentará escapar siempre del nivel, y querrá crear en algún lugar una desigualdad de la que se beneficien.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América