En las democracias, en las que los ciudadanos no difieren nunca mucho unos de otros, y se encuentran naturalmente tan cerca que a cada instante puede pasar que se confundan todos en una masa común, se crea una multitud de clasificaciones artificiales y arbitrarias con la ayuda de las cuales todo el mundo intenta ponerse aparte, por temor a ser arrastrado a regañadientes en la multitud. No puede dejar de ser nunca así; porque se pueden cambiar las instituciones humanas, pero no el hombre. Sea cual sea el esfuerzo general de una sociedad para hacer los ciudadanos iguales y similares, el orgullo particular de los individuos intentará escapar siempre del nivel, y querrá crear en algún lugar una desigualdad de la que se beneficien.
Alexis de Tocqueville. La democracia en América