Tal vez cuando el hombre de la calle parecía no verlo fue solo su astucia; tal vez cuando el policía le preguntó su nombre fue solo porque ya lo sabía. Pero ¡cuánto más feliz sería si supiera que a esta gente no le importa usted! ¡Cuánto más grande sería su vida si su yo pudiera empequeñecerse en ella; si realmente pudiera mirar a otros hombres con curiosidad y placer comunes; si pudiera verlos caminar como lo hacen en su soleado egoísmo y su viril indiferencia! Comenzaría a interesarse en ellos, porque ellos no están interesados en usted. Usted saldría entonces de ese pequeño y sórdido teatro en el que siempre se representa tu propia pequeña trama y se encontraría bajo un cielo más libre, en una calle llena de espléndidos extraños
G.K. Chesterton. La ética en el país de los duendes