Los seres humanos no podrían resistir sin lo que Ibsen llamó «las mentiras de la vida». Un pensamiento limitado a proposiciones lógicas, óptimamente expresado de forma no verbal, o a realidades demostrables, sería locura. La creatividad humana, la vivificadora capacidad de negar los dictados de lo orgánico, de decir «no» incluso a la muerte, depende íntegramente de pensar y de imaginar contrafactualmente.
Inventamos modos alternativos de ser, otros mundos, utópicos o infernales. Reinventamos el pasado y «soñamos hacia delante». Pero estos experimentos-pensamientos, por indispensables y magníficamente dinámicos que sean, no dejan de ser ficciones. Alimentan religiones e ideologías, la libido está rebosante de ellos (los «lunáticos, amantes y poetas» de Shakespeare). El lenguaje trata constantemente de imponer un dominio sobre el pensamiento.
George Steiner. Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento