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Así se aprende

Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

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Frases y fragmentos de libros que te harán pensar

Frases de Humanidad

Poner en el mundo una estrella

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—Ya es hora de que el hombre se señale a sí mismo una meta. Hora es ya de que el hombre siembre la semilla de su más alta esperanza. Todavía su suelo es bastante fértil. Pero llegará el día en que este suelo se convertirá en pobre y estéril y ningún árbol frondoso podrá crecer en él. ¡Infeliz de él! Se acerca el tiempo en que el hombre no arrojará por encima de los hombros la flecha de su deseo, en que la cuerda de su arco no sabrá ya vibrar. Yo os digo: es preciso llevar dentro de uno mismo un caos para poder poner en el mundo una estrella. Yo os digo: lleváis en vosotros un caos. ¡Infeliz de él!

Friedrich Nietzsche. Así habló Zaratrusta

Y a esto lo llaman sabiduría

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Todos esos particulares mercenarios que el pueblo llama sofistas, y que juzga que las lecciones que dan son opuestas a lo que el mismo pueblo cree, no hacen otra cosa que repetir a la juventud las máximas que el pueblo profesa en sus asambleas, y a esto llaman sabiduría.

Figúrate un hombre que hubiese observado los movimientos instintivos y los apetitos de un animal grande y robusto, el punto por el que se podrá aproximar a él y tocarle, cuándo y por qué se enfurece o se aplaca, qué voz produce en cada ocasión, y por qué y qué tono de la de otros le apacigua o le irrita, y que, después de haber aprendido todo esto con el tiempo y la experiencia, formase una ciencia que, como un sistema, se pusiese a enseñar, sin servirse, por otra parte, de ninguna regla para discernir lo que en estos hábitos y apetitos es hermoso o feo, bueno o malo, justo o injusto; conformándose en sus juicios con el instinto del animal, llamando bien a todo lo que le halaga y causa placer, mal a todo lo que le irrita; justo y bello a lo que es inevitable; sin hacer otra distinción, porque no sabe la diferencia esencial que hay entre lo que es bueno y lo que es inevitable; diferencia que no conoció jamás, ni está en estado de hacerla conocer a los demás. ¿No te parecería, por Zeus, bien ridículo un maestro semejante? 

Platón. La República

El poder público

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Los siglos democráticos son tiempos de pruebas, de innovaciones y de aventuras. Siempre hay una multitud de hombres que están comprometidos en una empresa difícil o nueva que persiguen aparte, sin preocuparse por sus semejantes. Estos aceptan, por principio general, que el poder público no debe intervenir en los asuntos privados; pero, como excepción, cada uno de ellos desea que le ayude en el asunto especial que le preocupa, y trata de atraer la acción del gobierno hacia su parte, queriendo restringirla en todas las demás.

Como una multitud de hombres tienen al mismo tiempo sobre un puñado de objetos diferentes esta visión particular, la esfera del poder central se extiende imperceptiblemente, si bien cada uno de ellos desea restringirla. Un gobierno democrático aumenta, pues, sus atribuciones por el solo hecho de durar. El tiempo trabaja a su favor; todos los accidentes le benefician; las pasiones individuales le ayudan incluso inconscientemente, y se puede decir que se hace más centralizado cuanto más vieja es la sociedad democrática.

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Los pequeños intereses domésticos

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Si los ciudadanos continúan recluyéndose cada vez más estrechamente en el círculo de los pequeños intereses domésticos, y continúan agitándose sin descanso, podemos temer que acabarán convirtiéndose en inaccesibles a las grandes y poderosas emociones públicas que alteran los pueblos, pero que los desarrollan y los renuevan.

Cuando veo que la propiedad se vuelve tan cambiante, y el amor de la propiedad tan inquieto y tan ardiente, no puedo evitar temer que los hombres llegarán al punto de considerar toda nueva teoría como un peligro, toda innovación como una molestia desagradable, todo progreso social como un primer paso hacia una revolución, y que se negarán completamente a moverse por miedo a ser arrastrados.

Tiemblo, lo confieso, de pensar que finalmente se dejen poseer por un amor mezquino por los goces presentes de modo que desaparezca el interés por su propio futuro y el de sus descendientes, y que prefieran seguir indolentemente el curso de su destino que hacer, si es necesario, un esfuerzo repentino y enérgico para enderezarlo. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Saborear placeres vulgares

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Los moralistas se quejan constantemente de que el vicio favorito de nuestra época es el orgullo. Esto es verdad en cierto sentido: no hay nadie, en efecto, que no crea valer más que su vecino y que acepte obedecer a su superior. Pero es muy falso en otro sentido; porque este mismo hombre, que no puede soportar ni la subordinación ni la igualdad, sin embargo, se desprecia a sí mismo hasta el punto de que se cree hecho solo para saborear placeres vulgares. Se detiene normalmente en deseos mediocres sin osar embarcarse en altas empresas; apenas se las imagina. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

El alma se aburre

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No es el hombre quien se ha dado a sí mismo el gusto por el infinito y el amor de lo que es inmortal. Estos instintos sublimes no nacen de un capricho de su voluntad; tienen su fundamento inmóvil en su naturaleza; existen a pesar de sus esfuerzos. El hombre puede equivocarlos y deformarlos, pero no destruirlos. El alma tiene necesidades que satisfacer; y, por muchos esfuerzos que se hagan para distraerla de sí misma, pronto se aburre, se inquieta y se agita en medio de los goces de los sentidos. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

La indiferencia

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La igualdad pone los hombres los unos al lado de los otros, sin ningún vínculo común que los mantenga juntos. El despotismo alza barreras entre ellos y los separa. Los dispone a no pensar en sus semejantes y convierte en una especie de virtud pública la indiferencia. 

Alexis de Tocqueville. La democracia en América

Gobernantes o leyes

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Es mejor ser gobernados por leyes que por excelentes gobernantes, porque las leyes no están sujetas a las pasiones, mientras que los hombres, por muy excelentes que sean, pueden incurrir en ellas.

Aristóteles. Política

Juicios morales

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Pero numerosas personas, a pesar de no tener el cargo de jueces, asumen este papel y, como tal, están dispuestas a condenar o absolver cuando hacen juicios morales. Su actitud contiene a menudo una buena cantidad de sadismo y espíritu destructor. Tal vez no exista otro fenómeno que contenga tanta fuerza destructora como la “indignación moral”, que permite que se exteriorice la envidia o el odio bajo el disfraz de la virtud. La persona “indignada” tiene, así, la satisfacción de despreciar y tratar como “inferior” a una​ criatura humana, asociada con el sentimiento de su propia superioridad y equidad.

Erich Fromm. Ética y psicoanálisis

El hombre sin fe

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Las ideas de libertad o democracia se deterioran hasta el punto de no ser ya otra cosa que una fe irracional cuando no están basadas en la experiencia​ productiva de cada individuo, sino que le son presentadas a éste por partidos políticos o Estados que le obligan a creer en ellas…

El hombre no puede vivir sin fe. El problema decisivo para nuestra propia generación y la venidera consiste en si esta fe será una fe irracional en los líderes, en las máquinas y en el éxito, o la fe racional en el hombre, basada en la experiencia de nuestra propia actividad productiva.

Erich Fromm. Ética y psicoanálisis

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