Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes.
Lao-Tse. Tao Te Ching
Frases y fragmentos de libros que te harán pensar
Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes.
Lao-Tse. Tao Te Ching
Cuando el mundo está ordenado no existe historia. Es necesario que en el mundo ordenado se introduzca el desorden para que haya actividad de narración. El traidor y el falsificador son de alguna manera quienes ponen en movimiento la historia.
Paolo Fabbri
Por tener cierto don para escribir de cierto modo, nos convertimos, hasta algún punto, en nuestro modo de escribir. Nos moldeamos a semejanza de nuestra marca particular de elocuencia.
Aldous Huxley. La filosofía perenne
Lo que no está en nosotros larvado o consciente, jamás nos lo darán palabras ajenas. Aquello que me hace distinto de todos los hombres, que antes de mí no estuvo en nadie, y que después de mí ya no será en humana forma, fatalmente ha de permanecer hermético. Yo lo sé, y, sin embargo, aspiro a exprimirlo dando a las palabras sobre el valor que todos le conceden, y sin contradecirlo, un valor emotivo engendrado por mí.
Ramón María del Valle-Inclán. La lámpara maravillosa
Mal asunto esa manía compulsiva de querer catalogar lo incatalogable, nombrar lo inefable y representar lo invisible. Acto de soberbia y de locura, que siempre está abocado al ridículo o al fanatismo.
Jaime Buhigas. Laberintos
¿Es posible hablar de imágenes? ¿Es posible tomar una experiencia que es completa en sí misma y convertirla en la secuencia de elementos discretos que requiere el habla, sin destruir su esencia? Ése es el desafío que enfrentan todos los soñadores al tratar de comunicar su mundo.
Catherine Shainberg. La cábala y el poder de soñar
Como han señalado Korzybski y los semánticos, nuestras palabras, símbolos, signos, pensamientos e ideas son meros mapas de la realidad, no la realidad misma, porque «el mapa no es el territorio». La palabra «agua» no calma la sed. Pero vivimos en el mundo de los mapas y las palabras como si fuera el mundo real. En pos de las huellas de Adán, nos hemos perdido totalmente en un mundo de mapas y demarcaciones puramente fantásticas. Y esas demarcaciones ilusorias, con los opuestos que crean, se han convertido en nuestras apasionadas batallas.
Ken Wilber. La conciencia sin fronteras
Por eso en el budismo mahayana se equipara el universo con una vasta red de joyas, en cuyo seno el reflejo de una de las joyas está contenido en todas ellas, y los reflejos de todas están contenidos en cada una. Como dicen los budistas, «todo en uno y uno en todos». Esto suena muy místico y rebuscado, hasta que escuchamos a un físico contemporáneo explicar la visión actual de las partículas elementales: «En el lenguaje ordinario, esto significa que cada partícula consiste en todas las demás partículas, cada una de las cuales es, en el mismo sentido y al mismo tiempo, todas las otras partículas juntas».
Ken Wilber. La conciencia sin fronteras
Lo que hemos olvidado es que los pensamientos y las palabras son convenciones, y que es fatal tomar las convenciones con una seriedad excesiva. Una convención es una conveniencia social, como, por ejemplo, el dinero. El dinero nos libra de los inconvenientes del trueque pero es absurdo tomar el dinero demasiado seriamente, confundirlo con la auténtica riqueza, puesto que no sirve en absoluto para comer o para vestirse con él. El dinero es más o menos estático, puesto que el oro, la plata, el papel moneda o un saldo bancario pueden «permanecer quietos» durante largo tiempo. Pero la auténtica riqueza, como la comida, es perecedera.
Así, una comunidad puede poseer todo el oro del mundo, pero si no cuida de sus cosechas se morirá de hambre. De un modo algo parecido, los pensamientos, las ideas y las palabras son «monedas» que sustituyen a las cosas reales. No son esas cosas, y aunque las representan, en muchos aspectos no se corresponden en absoluto. Con los pensamientos y las cosas ocurre lo mismo que con el dinero y la riqueza: las ideas y las palabras están más o menos fijadas, mientras que las cosas verdaderas cambian.
Alan Watts. La Sabiduría de la inseguridad
Parte de la frustración del hombre se debe a que se ha acostumbrado a esperar que el lenguaje y el pensamiento ofrezcan explicaciones que no pueden darle. Querer que la vida sea «inteligible» en este sentido es querer que sea una cosa distinta a la vida, es preferir el hombre que corre en la película al hombre real. Sentir que la vida carece de sentido a menos que «Yo» pueda ser permanente, es como haberse enamorado desesperadamente de un centímetro.
Alan Watts. La Sabiduría de la inseguridad