Acercaos hasta el borde. Podríamos caernos. Acercaos hasta el borde. ¡Está demasiado alto! ACERCAOS HASTA EL BORDE. Y ellos se acercaron. Y él los empujó. Y ellos volaron.
Christopher Logue
Frases y fragmentos de libros que te harán pensar
Acercaos hasta el borde. Podríamos caernos. Acercaos hasta el borde. ¡Está demasiado alto! ACERCAOS HASTA EL BORDE. Y ellos se acercaron. Y él los empujó. Y ellos volaron.
Christopher Logue
Alma mía, para estar en todas las cosas como la imagen en el fondo del espejo, que no puede ser separada, ama tu cárcel y todas las cárceles, ama tu enigma y todos los enigmas.
Ramón María del Valle-Inclán. La lámpara maravillosa
El ser humano nace y muere. Es evidente que esta es una certeza que el hombre adquirió desde su más remota existencia. El tiempo de vida del hombre es limitado. Sin embargo, el transcurrir del tiempo parece infinito. Pero analicemos esa infinitud. Curiosamente, el tiempo nos hace pasar por instantes determinados, que lejos de ser diferentes parece que se repiten con una determinada frecuencia. El sol sale por el horizonte, se alza pasado un tiempo en lo alto del firmamento y se pone transcurrido otro tiempo por el horizonte opuesto. La oscuridad se apodera entonces del mundo. Pero en algún momento el sol vuelve a surgir por donde lo hizo la vez anterior, para volver a ascender en el firmamento y completar el mismo proceso, una y otra vez.
Así, eternamente. El tiempo parece efectivamente eterno, sin embargo es cíclico. Lo cíclico y lo eterno parecen ir de la mano. Interesante, pues esto implica que la experiencia de lo eterno para el ser humano está íntimamente ligada a la experiencia de lo cíclico. Aunque, como ser humano, no puedo medir la eternidad, sí puedo medir cada fragmento de los que parece componerse. Cada trozo de eternidad que se repite, cada ciclo, puedo medirlo porque está acotado, tiene límites, posee principio y fin. Aquello que está dotado de principio y fin puede ser fragmentado en unidades menores. En este caso, unidades de tiempo. Así es como el ser humano no puede contar la eternidad, pero sí cada fragmento de la misma. ¿No es una hermosa contradicción?
Jaime Buhigas. La divina geometría
Y así el muro completa su primera función: desencadenar una activación desaforada de fuerzas mentales que dormían en indefinido letargo hasta toparnos con él. Este es el primer paso para la transmutación: solo al encontrarnos con un límite se desencadenan las posibilidades de algo nuevo.
Jaime Buhigas. Laberintos
Para que una vivencia, en la forma que adopte (revelación, estudio, meditación, aprendizaje, etc.), sea realmente esotérica precisa, en primer lugar, de un espacio segregado-sagrado en virtud de un límite. Luego no puede ser esotérico algo que no presenta barreras, que está indiscriminadamente al alcance de cualquiera.
No puede ser esotérico un libro que descansa en la estantería de cualquier librería o en la tienda de la esquina, del mismo modo que no puede ser esotérica ninguna página web, revista o periódico del mundo accesible con el mero requisito de encender un ordenador. Volvemos a una reflexión conocida: puede que todas esas ofertas hablen de asuntos esotéricos, pero no son esotéricas. Todo lo que es accesible sin ningún tipo de condición es exotérico, con «x»
Jaime Buhigas. Laberintos
Muchas personas tienen miedo de su propia realidad interior. Dicen conocerse a sí mismas y gastan una gran cantidad de tiempo y de energía en mantener su mundo imaginario. Pero cuanto más desesperadamente se aferran a él, más evidente resulta la falta de sustancia detrás de la fachada. Todo acto de resistencia, toda negativa a creer, es una indicación de que hay miedo, represión, limitaciones autoimpuestas, falta de libertad y aislamiento. La realidad personal permanece en el subconsciente sin reconocerse.
Gerd Ziegler. Manual del tarot Thoth
Las normas dicen: «Se debe hacer de esta manera». Sin embargo, los principios se limitan a decir: «Esto funciona… y ha funcionado desde que se recuerda». La diferencia resulta crucial.
Robert McKee. El guion
Esta es, quizá, la más difícil de todas las mortificaciones: alcanzar una «santa indiferencia» hacia el éxito o fracaso temporal de la causa a la cual dedicó uno sus mayores energías. Si triunfa, bien; si es derrotada, también está bien, aunque sea de modos que, para una mente limitada y atada por el tiempo, son aquí y ahora enteramente incomprensibles.
Aldous Huxley. La filosofía perenne
Las calles eran mías, el templo era mío, la gente era mía. Eran míos los cielos, lo mismo que el sol y la luna y las estrellas, y todo el mundo era mío, y yo el único espectador que gozaba de él. Nada sabía de groseras propiedades, ni fronteras ni divisiones; pues todas las propiedades y las divisiones eran mías; míos los tesoros y quienes los poseían. Y así me corrompieron con muchas alharacas y hube de aprender las sucias triquiñuelas de este mundo, que ahora desaprendo para volver, por así decirlo, a convertirme en un chiquillo a quien se le permita entrar en el reino de Dios.
Thomas Traherne
Cuando uno responde a la pregunta «¿Quién soy?», sucede algo muy simple. Cuando describe o explica quién «es», incluso cuando se limita a percibirlo interiormente, lo que en realidad está haciendo, a sabiendas o no, es trazar una línea o límite mental que atraviesa en su totalidad el campo de la experiencia, y a todo lo que queda dentro de ese límite lo percibe como «yo mismo» o lo llama así, mientras siente que todo lo que está por fuera del límite queda excluido del «yo mismo». En otras palabras, nuestra identidad depende totalmente del lugar por donde tracemos la línea limítrofe.
Ken Wilber. La conciencia sin fronteras