Es en esta época cuando comienza a vislumbrarse en la conciencia de los salvajes pastores que un campesino muerto ya no coge su arado para trabajar la tierra y que un árbol que se tala ya no da frutos. Así pues, por su propio interés y siempre que sea posible, deja al campesino con vida y al árbol sin talar. La expedición de los pastores tiene lugar tal como antes: todos los miembros se arman, pero no intentan ni esperan apropiarse de nada por medios bélicos o violentos. Los saqueadores queman, asolan y asesinan solo cuando es necesario para reforzar algún respeto saludable, o bien para acabar con algún caso de resistencia puntual. No obstante, en general, de manera acorde con un derecho consuetudinario en desarrollo—germen primero del desarrollo de toda ley pública—, el pastor se apropia solamente de los excedentes de los campesinos. O lo que es lo mismo, le deja al campesino su hogar, sus aperos y sus provisiones hasta la próxima cosecha. En el primer nivel, el pastor se asemeja al oso que, con el objetivo de hacerse con la colmena, la destruye. En el segundo nivel, se asemeja a un apicultor, quien deja a las abejas suficiente miel para que mantengan sus colmenas durante el invierno.
Franz Oppenheimer. El Estado: Su historia y evolución desde el punto de vista sociológico