La Razón, incluida por supuesto la Razón literaria, no sueña: piensa. Los monstruos no son hijos de la Razón, sino del irracionalismo, de la mitología y de la teología, de la sofística y de la verborrea, de la retórica sin contenidos materiales y de las ideologías de ignorantes y nigromantes de todo tiempo y lugar (cuyo número, como comúnmente suele decirse, es infinito).