“No hay nada más divertido”, escribe Sade, “que la multiplicidad de leyes que elabora el hombre todos los días para llegar a ser dichoso, siendo así que no hay ni una de esas leyes que, por el contrario, no le quite una parcela de su felicidad”.
El timo del interés general y el chantaje del Bien público han traído una epidemia de derecho sin precedentes. ¡Se acabó la libertad para los amigos de la libertad! Es también Sade el que hace decir a Dolmancé en La filosofía en el tocador:
“Las leyes no están hechas para lo particular, sino para lo general, lo cual las sitúa en perpetua contradicción con el interés personal, puesto que el interés personal está siempre en contradicción con el interés general. Pero las leyes, buenas para la sociedad, son muy malas para el individuo que la compone”.
Philippe Muray. El Imperio del Bien