El último hombre no es ningún defensor de la democracia liberal. El confort representa para él un valor superior a la libertad. La psicopolítica digital, que hace fracasar la idea liberal de libertad, no perturba su bienestar. Y su histeria por la salud hace que constantemente se esté vigilando a sí mismo. Erige en sí una dictadura interior, un régimen de control interior. Cuando la dictadura interior se topa con la vigilancia biopolítica, esta última no se percibe como opresión, pues viene en nombre de la salud. Por eso el último hombre se siente libre en el régimen biopolítico.
Byung-Chul Han. La sociedad paliativa